Si a la familia.

Las calles se llenan estos días de niños disfrazados con caretas en las que un esparadrapo parece taparles la boca, portando carteles en los que piden un papá y una mamá. Tras esta vergonzosa estampa campan los defensores de la familia, adalides de una guerra contra la inmoralidad, contra lo innatural, y contra los derechos de unos ciudadanos que no son delincuentes, ni maleantes, aunque estén de igual modo marcados.
Y sobre las opiniones de los que defienden al género por encima del ser humano, la más hiriente, es la que esconde esa especie de odio visceral hacia lo distinto, ese mismo odio que siempre ha echo de los referidos a la condición sexual los más terribles insultos. Ese odio con el que impregnan a sus hijos que, cogidos por la mano, pasean junto con sus enardecidos progenitores.
Y hay algo más peligroso, mas terrible, que las medievales ideas de muchos de lso manifestantes, y eso es la violencia y el desprecio que dichas ideas sino apoyan, al menos toleran, ensuciando de nuevo, la inocencia de sus hijos.

Si a la familia. Si a todas las familias.