Los muertos de miedo

Despertad, abrid los ojos lentamente. Abrid los ojos por un momento y mirad a vuestro alrededor. ¿Qué veis?.
Yo, esta mañana, al abrir los ojos he visto un techo sobre mi cabeza. He visto un techo blanco y una habitación vacía. He visto los ojos a la soledad.
He visto algo de lo que siempre intento huir, pero que siempre me termina por alcanzar. Me he visto a mi y he recordado un anuncio de televisión, el anuncio de un coche del que no sabría recordar la marca (chúpate ésta, mercadotecnia), en el que una voz en off nos recuerda que somos unas putas cobayas dentro de esta sociedad. Nos recuerda que no somos libres por mucho que nos lo creamos, que somos completamente dependientes de mil historias distintas, y algo mucho más cierto y quizás por ello mucho más aterrador, que vivimos gobernados por el miedo.
Vivimos gobernados por un miedo que nos cala hasta los huesos, un miedo que esta dentro de nosotros, un miedo a nuestros actos, a nuestros pensamientos, a una cierta (y a veces renegada) dependencia hacia los demás.

Yo también tengo muchos miedos, tengo miedo a no poder ser yo mismo y tener que estar siempre disimulando, tengo miedo de no saber hacer todas esas cosas por las que siempre he estado luchando, y si, porque no decirlo, también tengo miedo de mi mismo y de mi soledad.

Y ahora me gustará ser Alicia ó Amelie, me gustaría tener una imaginación desbordante que me salvara de este mundo, una imaginación que fuera como una droga o una panacea, algo que, sin embargo, debo de reconocer que para lo único que me serviría sería para seguir huyendo de mí, y de todos esos miedos que me gobiernan.